Tara Westover (1999) publicó en 2000 un libro con el único propósito de contar su historia, Una educación es un ejercicio de reconocimiento y explicación para ella misma.
A veces te encuentras historias en los libros que jamás te imaginas que pudieran pasar. Es muy sorprendente cuando una de estas historias es un libro de memorias, un ejercicio autobiográfico, algo que sí pasó. Es la sensación que tuve con Una educación.
Contar la propia historia es uno de los ejercicios literarios más interesantes que hay pero también de los que tienen resultados y rutas más diversas que otros ejercicios narrativos, así que se agradece cuando nos encontramos uno bien contado, bien hilado, con una coherencia interna en la narración que nos permite entender el por qué el autor o la autora nos cuenta esto.
Tara Westover nos cuenta su historia, la de ser la menor en una familia mormona estricta, pero además con un padre paranoico que ve en el gobierno al enemigo, que busca como ser autosuficientes, con una madre que además de preparar sus remedios naturales, se entrena y ejerce (de forma clandestina) como partera. Al principio de la historia todo suena como una vida alternativa con ciertos grados de exageración y tintes religiosos, pero conforme avanza la narración nos damos cuenta de la vida tan distinta y extraordinaria (en todo sentido) que esta mujer ha tenido.
Ella decide hilar su autobiografía con el tema de la educación, la que recibió con su familia, la que no recibió porque no la inscribieron nunca en la escuela. La que ella decidió obtener cuando fue capaz de hacerlo.
Aunque sólo tengo siete años, sé que ese hecho, más que ningún otro, diferencia a mi familia: nosotros no vamos a la escuela.
Para esta mujer, la educación fue literal una forma de escapar a la paranoia de su padre, a la violencia física de uno de sus hermanos, a la indolencia de su madre y al abandono de sus aliados, su hermano que ya se había ido a la universidad y que eventualmente la ayudó a recorrer la ruta de escape.
La historia está contada desde la consciencia de ser distinta, de encontrar esas distinciones con su entorno inmediato y con el mundo que va conociendo cada vez que se aleja de su familia. Es una forma de reconocerse en lo ajeno y en lo propio de su historia personal.
Tara hace algo extraordinario en esta forma de narrar Una educación, lo escribe desde el cariño, valorando todo lo que su vida ha sido, a su familia con sus deficiencias y las heridas que le causaron, pero también con las cosas extraordinarias que con ellos vivió.
A nuestra escritora se le presentan dos caminos, aceptar la vida familiar, con sus creencias religiosas, mormones estrictos, o bien, seguir en el mundo de todos los demás, los que se vacunan, los que se enteraron de la guerra de secesión o de la segunda guerra mundial (todo esto no fue parte de su formación), los que fueron registrados al nacer. Y la verdad es que no es una decisión fácil para ella una vez que ve el otro lado de la moneda.
Si cedía, perdería algo más que una discusión. Perdería la custodia de mi pensamiento. Comprendí que ese era el precio que se me pedía que pagara. Lo que mi familia quería expulsar de mí no era un demonio; querían expulsarme a mí misma de mí.
Este libro lo había visto en miles de páginas de lectores, en la librería, y no estaba del todo convencida, porque los ejercicios autobiográficos no siempre son buenos en términos narrativos, no siempre logran enganchar como lo haría una ficción.
Una educación es esa clase de libro que una vez que inicio no puedo soltar, está bien contado, bien estructurada la historia. Logró lo que hace mucho no me pasaba, tuve que quedarme leyendo toda la noche hasta terminarlo porque cada vez que quería soltarlo y dormir me parecía imposible no saber que seguía. Muy recomendable.
Aura Espitia Muñoz Cota