Linda Olsson (1948) publicó en 2003 Astrid y Veronika, un libro nórdico sobre los procesos de duelo y sanación. El libro relata el encuentro de dos mujeres que viven sus propios duelos y pérdidas, y cómo logran compartir lo que no pueden con nadie más.
Veronika es una mujer joven, escritora, que ha decidido huir de su dolor con el pretexto de escribir un nuevo libro a una cabaña en Suecia, en el bosque, lejos de todo, lejos de ella misma. Necesita regresar a lo que entiende como su tierra para encontrar centro otra vez.
Astrid es una mujer vieja, alejada de todos, encerrada en su soledad y su silencio, en su casa de toda la vida, la casa de la que nunca salió ni cuando se casó. Su vida cambia cuando la casa más cercana es ocupada por una mujer que tampoco parece tener interés en convivir con nadie.
Astrid decide acercarse a esta forastera que le da la seguridad de no conocer ni su vida ni los rumores que sobre ella corren en el pueblo. Y así inicia para ambas un espacio seguro de duelo que construyen con confesiones, silencios y paseos durante la primavera y verano que comparten.
Es caminando y enseñándose cosas, platicando lo importante y lo no importante que logran cada una nombrar sus heridas, verbalizar sus dolores e iniciar la siguiente etapa, más ligeras, menos solas, sabiendo que alguien entiende y se duele con ellas.
Astrid y Veronika es una novela bella, dulce, que retrata ese tiempo no definido o definible del duelo, de la pérdida. Las dos tienen pérdidas, dolores y resentimientos no hablados, que les pesan y que no les permiten pasar la página.
La forma en que está estructurada Astrid y Veronika hace que nos involucremos con ellas, con su relación y con sus dolores, con sus duelos. Yo creo que, aunque el tema del duelo es recurrente en la literatura, el libro vale las horas de lectura. Es bello, es de transiciones bien llevadas, con un ritmo nórdico, de bosques y nieves, de la invasión de la luz en el paisaje y en las historias de estas mujeres. Nos deja claro la necesidad de compañía, de interlocución, de conexión para sobrevivir a nuestras propias heridas. Muy recomendable.
Aura Espitia Muñoz Cota