Transformación y otros cuentos

Estarás en muy buenas manos, en especial si lo tuyo es la literatura gótica, con la colección de relatos cortos de Mary Shelley (1797- 1851)Transformación y otros cuentos, excelentemente traducida por ‎Marian Womack. 

Mary Shelley Transformación y otros cuentos cita Textuales

Los tres cuentos cumplen inmediatamente con la promesa de transportarte a mundos fantásticos y tenebrosos donde la superstición y el espectro de la muerte tiñen por completo la realidad. Si te consideras amante de la ciencia ficción, la decisión de conocer más obras de Shelley, a quien se le considera la creadora del género, también es muy sencilla; no hay por qué no hacerlo. 

A mí me llamó la atención este libro delgado y bonito en parte porque las publicaciones originales de los tres relatos son todas posteriores a la afamada Frankenstein o el Moderno Prometeo, que Shelley bosquejó a los dieciocho años de edad.

 Si en la adolescencia ideó un personaje que sobrevive en la cultura popular después de dos siglos, ¿qué produjo el filtro gótico de su imaginación en la madurez? 

Poder responder a esa pregunta me terminó por convencer de llevarme un ejemplar.

Justo la semana pasada, platicando en un bar, al ver mi copia de Transformación y otros cuentos, un conocido me contó la legendaria anécdota que escuchó en un podcast de cómo a Shelley se le ocurrió la idea para Frankenstein a raíz de un sueño, durante una vacación en Suiza, entre amigos artistas de la élite liberal inglesa. 

Lo interesante, según él y el podcast, es que la vacación sucedió en 1816 durante «el año sin verano», un periodo en el que el invierno pareció instalarse permanentemente en Europa. Las temperaturas bajaron drásticamente en todo el continente destruyendo cultivos y cobrando vidas, y la neblina y la escarcha lo inundaron todo misteriosamente. Ahora se sabe que fue a causa del cambio climático global generado por la erupción volcánica del Tambora en Indonesia.

Uno de los amigos presentes en la vacación de Shelley era Lord Byron, que después de una noche en la que terminaron de leer todas las historias de fantasmas que había en la mansión, en este entorno natural inesperado que parecía diseñado para el terror, decidió retar al grupo a escribir un relato mejor que los que habían leído. La sincronía no acaba ahí. Al mismo tiempo se estaban creando otras tres obras hito del Romanticismo europeo y todas aludían a la figura de Prometeo. Dos de ellas en la misma casa y una en Austria. 

Esta historia me pareció casi demasiado estilizada y me incomodó. Supongo que repetirla potencia el aura que rodea a la figura de Mary Shelley debido Frankenstein y quizás eso ayuda a mantener su memoria viva de alguna manera en el imaginario colectivo. 

Es divertido imaginar que la realidad refleja a la ficción, no hay duda. Sin embargo, atribuir la clave de la generación de su obra a eventos casi sobrenaturales también obnubila el oficio de la escritura, las muchas versiones que existieron de Frankenstein, la clase de intelecto que Shelley tenía y cultivaba desde muy temprana edad; y que justamente nada de esto surgió por arte de magia, por muy ideal y curioso que pueda resultar. 

El énfasis en «el año sin verano» como factor en su originalidad parece ideado por alguien que olvidó que estaba hablando de su persona y no de sus personajes. Por ejemplo, tampoco toma en cuenta cómo Shelley fue sensible no sólo al clima, sino también a cómo la devastación de las guerras napoleónicas estuvo alimentada por el auge de la mecanización tras la revolución industrial. Como sucede en nuestra época, Shelley se cuestionaba los efectos de la ambición desmedida en combinación con la innovación tecnológica sin precedentes. 

Lo que me gusta de la edición de Transformación y otros cuentos es precisamente que, al margen de esta tendencia a mitificar los procesos creativos, rescata la evolución de la meditación que Mary Shelley comenzó en la adolescencia. Nos deja ver la evolución de las mutaciones profundas a las que sometió a sus personajes humanos, ambientadas en la zona fronteriza entre la ciencia y el encantamiento. 

Así podemos apreciar cómo va construyendo su maestría en la narrativa breve y la forma en la que reflexiona en distintas etapas de su vida y su arte sobre lo que corrompe y hace cambiar a las personas. Todo sin necesidad de imaginárnosla como oráculo involuntario del invierno volcánico; es decir, reconociendo su talento como logro y su entorno histórico.

Dije antes que Marian Womack hizo una labor excelente de traducción. Así es. También es cierto que su breve introducción en Transformación y otros cuentos, donde se explica el efecto de la prensa rotativa en la industria editorial en Inglaterra y Europa, es interesantísima. Se agradece este pedazo del rompecabezas que le da contexto al oficio de la escritura en ese momento y la influencia que la tecnología tuvo en la creación y distribución masiva y rápida de formas breves como el cuento, que quizás hoy damos por sentado.

Ahora que tienes varias razones para justificarte el gusto, buscate un rincón de lectura, haz de cuenta que es otoño y sumérgete en la magia de la oscuridad. 

 

Adriana Nodal-Tarafa

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*