Lejos de ninguna parte

Nami Mun (1968) publicó Lejos de ninguna parte en 2009; y su traducción, de Bianca Southwood, se publicó en 2011 con una portada que vale la pena mencionar, por la  atractiva ilustración de la talentosísima Merce López.

Nami Mun Lejos de ninguna parte cita Textuales

En esta primera novela autobiográfica de la autora recorremos el camino prematuro hacia la independencia de Joon, cuya niñez queda interrumpida por el abandono, la toxicidad y la carencia.

Aunque nuestra guía protagonista es tenaz e inteligente, está preñada de la inexperiencia y confusión que le confieren sus trece años de vida. Y es con este puñado de recursos que se va de su casa para no volver, e intenta abrirse paso por sí misma en el Bronx de los 1980’s.

Siguiéndole la pista a Joon, conocemos el mundo de las ventas de puerta en puerta de Avon, los albergues juveniles, las amistades inmediatas, la prostitución, las casas hogar de ancianos a los que nadie visita, las drogas callejeras, la violencia, el aborto en soledad y la fatiga de los trabajadores de servicio social.

Lejos de ninguna parte nos quita el privilegio de evadir la crudeza de la espiral en la que se sumen tantísimas personas en situación de destitución. Es sin duda una historia norteamericana, y del Bronx. Sin embargo, considero que refleja también la marginalidad global. Justamente el libro a mí me atrajo como parte de una continuidad que noté recientemente en mis propias lecturas de ficción: relatos de juventudes con identidad femenina que ocurren en los márgenes de regiones del mundo diversas.

Como parte de esta continuidad, Nami Mun toca en particular el tema del desarraigo en la vida de personas que ocupan el lugar de primera generación en un país, y cuya identidad multicultural es incomprendida y estereotipada en la cultura dominante. En este caso, ambos padres de Joon emigraron a Nueva York de Corea.

Sin caer en el lugar común de hacer de la identidad racial y étnica un pilar monolítico de la experiencia de Joon, pero sin reducir en ninguna medida su peso, Mun logró expresar una subjetividad que sentí muy de cerca y que, seas del origen que seas, puedes sentir como propia al leer la novela, en la medida en que reconozcas las formas en que tu entorno social te ha reducido a lo largo de tu vida.

Para mí tuvo además especial relevancia leer Lejos de ninguna parte hoy, en un momento mediático en el que la inclusividad de rostros no-blancos en el glamour del mundo del entretenimiento se asocia con representatividad cultural en la esfera de la narrativa en general, como vemos con las reacciones en la prensa ante Crazy Rich Asians, Roma, o la nominación al Golden Globe de Sandra Oh; que si bien son un inicio de diversificación de voces en las historias con proyección global,  su sobrevaloración conlleva el riesgo de concluir que los curadores de dichos contenidos pueden ya sentarse en sus laureles y como consumidores nosotros podemos hacerlo también.

En cuanto a representatividad se refiere, La historia de Joon rompe sin duda con el estereotipo del migrante modelo que se le impuso con fervor en los 1980’s y 90’s a las comunidades asiático-americanas; ese perfil de persona hiper disciplinada, que nunca causa problemas, el “buen trabajador” de la ética protestante en la clásica descripción de Max Weber pero con rostro asiático, que lo tiene todo para ser exitoso en términos capitalistas.

Joon nos desengaña de esta noción inmediatamente. Nos cuenta su historia con una sutileza descriptiva que cala, mostrándonos nuestra capacidad empática y algo más, presentándonos la pregunta, ¿podemos atestiguar el sufrimiento de frente, de cerca, y sentirnos conmovidos sin victimizar a quienes lo padecen?

El tono que Mun le da a la voz en de Joon es de una franqueza casi aséptica, no hay endulzantes ni aperitivos, tampoco exageraciones en el sentir del dolor para efecto dramático. Al contrario, es de una sinceridad apabullante. De esas que por ser inesperadas te dejan preguntándote en qué momento te atraparon.

Adriana Nodal-Tarafa

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