Irvine Welsh (1958) publicó en 1993 la novela Trainspotting, una colección de historias personales, de cada personaje, relacionadas entre sí; situadas en Escocia sobre una juventud que está entre la heroína, el SIDA y la certeza de un fraude en el cuento del brillante futuro. Fue llevada al cine en 1996 bajo la dirección de Danny Boyle y la ayuda para la adaptación del autor mismo, incluida su actuación en un personaje menor. Pueden ver el trailer aquí.
Esta es una novela rara, con una manera muy simpática, a veces trágica, a veces aterradora y muchas veces divertida, de contar la sensación de desolación, de que no hay lo que prometieron que iba a haber. Tenemos en esta mezcla de personajes, a los yonquis, los desesperados por heroína, los adultos que no tienen nada, alcohólicos y pendencieros, los que además son un poco sádicos, y por supuesto alguno que otro de los contagiados de SIDA.
Trainspotting es la ópera prima de Irvine Welsh, el contexto es finales de los 80 en el siglo XX, el título significa literalmente «ver trenes», que es un pasatiempo para perder el tiempo, algo que haces cuando no tienes nada que hacer.
Y así se siente esta novela, estos jóvenes retratados en la novela no tienen más horizonte que el fútbol, drogas, alcohol y sexo. No hay un futuro delineado, pensando sobre todo en el contexto de la novela, esto tiene mucho sentido. En los 80 empezaron a colapsarse tanto el sistema capitalista como el socialista, iniciaron crisis mayores en Estados Unidos de América y en el Reino Unido. Escocia es parte del Reino Unido, una especie de país colonia.
Leí la novela en 1997 siendo adolescente, y en su momento me pareció que la opción de la heroína, de decir aquí no cabemos entonces nos fugamos, el monólogo de Escoge… que es muy famoso por la película y el libro, eran un acto de rebeldía, una forma de encontrar las respuestas que el sistema no te da. Una especie de romantización del adicto. Los antihéroes siendo ídolos.
Y me quedé con esta imágen hasta que la releí para esta nota, han pasado más de veinte años desde mi primera lectura y más de 25 de su publicación. La leí justo después de ver la película, impresionada por lo que había visto. El libro tiene más desarrollo de personajes, y más personajes, más historias, y cada una vale la pena, y entiendo porque no fueron todas incluidas en una película, había que adaptar a lenguaje cinematográfico y entrar en ese formato.
No es una mala adaptación porque el propio escritor participó y cuidó que lo que quería decir no se perdiera en el sentido del escándalo y que no convirtieran su libro en una moraleja, pero faltaron historias, e hicieron mezclas de personajes e historias en uno o dos personajes.
Primero hay que decir que Trainspotting sigue siendo una novela extraordinaria, una ópera prima poderosa. La narrativa se sostiene y la coherencia interna está ahí. Lo que cambió fue mi sensación y percepción al leerla; esta vez la sensación fue de tristeza, de desolación, una certeza de que esa generación fue estafada del futuro.
El manejo de la adicción a la heroína fue malo en Escocia porque para parar el consumo decidieron restringir la venta de jeringas, lo cual generó que se compartieran y esto en general es malo, pero si además le pones la mezcla de VIH sin lo que sabemos ahora, pues la mezcla da como resultado una generación con epidemia de VIH.
Pero otras cosas me resonaron cuando la releí, como por ejemplo ¿Dónde estamos en comparación? ¿Ya tenemos algo que ofrecerle a la juventud? ¿Hay un futuro? O tienen que escoger algo más.
Muy recomendable, una narrativa ágil que no perdona la realidad de lo que cuenta, no perdona la crudeza, el humor, el cariño, la soledad, la desolación, las opciones. Trainspotting se ha ganado con los años un lugar en los nuevos clásicos de la literatura.
Aura Espitia Muñoz Cota