La historia del loco, ¿cierto, Pajarillo?

La historia del loco (2004) de John Katzenbach parece tratar de un misterio, una serie de asesinatos que ocurrieron muchos años antes de la narración y que deben aclararse.

No, la verdad es que estos crímenes no están sin solución, solo están olvidados. Y el propósito de la narración es que el protagonista pueda hacer las paces con el pasado, con su pasado, y con su papel en esa historia.

Francis, un loco, es recluido después de una crisis grave en un hospital psiquiátrico. Él no tiene la certeza de estar loco, pero sabe que no es normal, no es como los otros. Entra en el hospital al mismo tiempo que un hombre que se convierte en su primer amigo en la vida, y eso que lo ve en las peores condiciones posibles y con la etiqueta de locura ya bien puesta. Este amigo lo nombra «Pajarillo».

Han pasado muchos años, van a cerrar el hospital por fin, y por alguna razón, aunque lleva años dado de alta, no resiste la tentación y acude al acto de clausura. Ahí se encuentra con un compañero de edificio y habitación y empiezan a hablar de los asesinatos ahí ocurridos poco después de que Pajarillo entrara al hospital.

A petición de este amigo, de este compañero, Pajarillo decide por fin contar (se) por primera vez, esta historia. Desenterrar de su memoria, escuchar todas sus voces acalladas por los medicamentos, todos los recuerdos de esa época.

Como libro tipo policíaco, la verdad me faltó saber más del asesino y sus motivaciones. Aunque Katzenbach logró tenerme verdaderamente intrigada sobre la identidad, porque el suspenso esta muy bien trabajado, me quedaron dudas sobre el asesino.

La historia está muy bien construida, los personajes están muy bien trabajados. Yo adoré a Pajarillo por encima de todos. Amé su vulnerabilidad, su capacidad de apreciar a las personas que va conociendo, su inteligencia no fanfarrona.

Pero no es el único personaje que logra hacer que uno sienta algo, que te duela y angustie su futuro y presente en la historia. Desde una emperatriz egipcia a lo Liz Taylor hasta un hombre capaz de una brutalidad y ternura física y contrastante casi en simultaneo, o unos enfermeros decididos a ayudar a Pajarillo.

Confieso que la visión de la locura me intriga porque más de una vez mi neurodivergencia me ha hecho sentirme menos humana, menos en control de mis recuerdos o mis emociones, menos válidos mis juicios.

La verdad es escurridiza y no estoy a gusto con ella. Ningún loco lo está.

Es una historia desesperante, angustiosa a veces, porque no sabes si el crimen fue encubierto, resuelto, quién sobrevive y cómo. Porque Pajarillo para contestarnos y contarnos todo esto, tiene que soltar la seguridad y estabilidad del medicamento, volver a oír las voces, permitir la visita de los fantasmas. Recordar todo, no selectivamente. Y eso incluye recordar y sentir su angustia, su soledad, su cotidianidad en el hospital.

No es fácil para Pajarillo acomodar su papel y el de sus amigos en la historia. No es fácil tomar la decisión, y apegarse a ella, de ver todo lo doloroso de los hechos, toda la soledad de su vida, todas las pérdidas, escuchar todas las voces. Y todo para contarnos la historia y los hechos que ocurrieron en ese hospital.

Pero la mayoría del tiempo, aunque no sea feliz, por lo menos tengo conciencia de las cosas.

Aura Espitia Muñoz Cota

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