Pertenecer

Además de sus novelas, cuentos, poemas y pinturas, Clarice Lispector (1920-1977) nos dejó conocerla a través de su columna regular en Jornal do Brasil desde 1967 hasta 1973, cuando fue inesperadamente despedida. Durante lo que supongo fue la luna de miel laboral con el periódico, pero más precisamente el 15 de junio de 1968, Jornal do Brasil publicó el ensayo corto de título engañosamente sencillo, que pretendo convencerte de leer, Pertenecer. Este ensayo se encuentra en el libro recopilatorio Aprendiendo a vivir y otras crónicas (2007).

Clarice Lispector Pertenecer cita Textuales

Siempre me ha interesado la forma de ser y pensar de las escritoras y escritores a quienes dejo entrar al hogar de mi propia conciencia.  Con ese fin, el ensayo me permite conocer sus razonamientos y sus convicciones. Además, si tengo suerte, me invita a educarme sobre temas de los que conozco poco. Sin embargo, últimamente me enfrento a él también como artefacto de belleza penetrante. Así fue con Lispector y su imprevisiblemente conmovedora prosa en Pertenecer

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“Con el tiempo, sobre todo en los últimos años, he perdido la capacidad de ser persona. Ya no sé cómo se hace. Y una forma nueva de la “soledad de no pertenecer” ha empezado a invadirme como la hiedra de un muro.

Si mi deseo más antiguo es el de pertenecer, ¿por qué entonces nunca he formado parte de clubes o de asociaciones? Porque no es eso a lo que yo llamo pertenecer. Lo que yo quisiera, y no consigo, es por ejemplo que todo lo que de bueno surgiese en mi interior pudiese entregarlo a aquello a lo que perteneciese.”

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Confieso que conozco pocas reflexiones tan accesibles e íntimas de ese calibre, sin quejas autoindulgentes, sobre la melancolía de sentirnos y sabernos seres intrínsecamente sociales que al mismo tiempo viven en sociedades alienantes. 

Ser social, sí, pero ¿para qué? se pregunta y nos pregunta Lispector. ¿Cuál es la aspiración de comunión más honda en tu corazón mamífero, primate, humano, habitante de la comunidad terrestre, lleno de deseo de contacto, lleno del ansia primordial de ser acogido? ¿Todo lo bueno que surge de ti, acabas entregándolo donde realmente pertenece?

Sospecho que es por esa exhortación velada que no soy la única que opina que Pertenecer es una lectura corta de las que valen cada segundo que toma completarlas. 

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“Pertenecer no resulta solo de ser débil y de necesitar unirse a algo o a alguien más fuerte. Muchas veces mi intenso deseo de pertenecer surge de mi propia fuerza, quiero pertenecer para que mi fuerza no sea inútil y haga más fuerte a una persona o a una cosa.”

“….me siento sin embargo feliz de pertenecer a la literatura brasileña por motivos que no tienen nada que ver con la literatura, porque ni siquiera soy una literata o una intelectual. Soy feliz solo por ‘formar parte’.”

“La vida me ha hecho de vez en cuando pertenecer, como si lo hiciese para darme la medida de lo que pierdo cuando no pertenezco. Y entonces lo supe: pertenecer es vivir. Lo sentí con la sed de quien está en el desierto y bebe con ansia los últimos tragos de agua de una cantimplora. Y después la sed vuelve y camino realmente por el desierto.”

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De forma directa Lispector habla sobre su propia soledad de no pertenecer, al comprender que no satisface por mucho las expectativas de ninguno de los círculos que ha habitado. De forma indirecta habla de la necesidad de pertenencia trascendente. Como si en algún momento, tras 48 años de percibir las grietas en cada una de las formas de pertenencia social—la familia, las identidades, los grupos que habitamos— le hayan hecho entenderlas como un ensayo, valga el homónimo, para un evento mayor, para pertenecer plenamente.

Imagino que para Lispector, hija de refugiados judíos de la revolución rusa en un Brasil que terminó en la dictadura militar derechista, no fueron poco familiares los reclamos simultáneos de pertenencia absoluta, por imposibles que sean. Y nos pasa en cierta medida a todos, que si eres de aquí no puedes ser de allá, sea un barrio, una escuela, una madre, un padre, una nación, un grupo de amigos, una élite profesional, un género… Ese pertenecer fragmentado que nos ofrecen los modelos prefabricados de existencia nos deja, como a Lispector, caminando por un desierto del alma, con el hambre humana de vivir con v mayúscula; es decir,  sintiendo y sabiendo que pertenecemos junto a todo lo que hay de vivo en el mundo. 

Adriana Nodal-Tarafa

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