La inquilina de Wildfell Hall

Anne Brontë (1820 – 1849) publicó su segunda y última novela La inquilina de Wildfell Hall en 1848. Un libro que, cargado de las creencias morales de la autora, nos presenta una historia interesante sobre la posición de la mujer en su época.

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Primero que nada, con esta novela hay que situarnos en la época y el contexto. La vida de la buena sociedad inglesa, terratenientes, oficiales del ejército, burgueses y realeza, se centraba en el matrimonio. Esto se nota en la literatura de las hermanas Brontë y en Jane Austen. Un hombre con medios económicos soltero en una sociedad de clases tiene como preocupación casarse, y no se diga en el caso de una mujer soltera. En esa transacción privilegia el poder económico hasta el siglo XVIII, de este momento en adelante, el amor romántico empieza a ser un factor a considerar. No sólo se espera un matrimonio de bienes, también se espera la realización romántica, moral y social.

Los protagonistas y voces narrativas de La inquilina de Wildfell Hall son Gilbert Markham y la misteriosa viuda Ms. Helen Graham que llega a vivir a una vieja y derruida mansión como inquilina de otro vecino, Mr. Lawrance.

La viuda es misteriosa porque ha decidido hacer la menor vida social posible, despertando la curiosidad de sus nuevos vecinos. Tiene un hijo, un nulo interés de rehacer su vida amorosa pese a ser joven y una ama de llaves. Las vecinas encuentran raro su comportamiento, porque se niega a la diversión e insiste en cuidar a su hijo de manera celosa y a tiempo completo.

El primer narrador de la historia es Gilbert Markham, un hombre soltero, que no tiene mucha prisa en casarse y que más o menos coquetea con una vecina amiga de su hermana. En primera instancia no le interesa la dichosa viuda, pero poco a poco se acerca a ella, establece una amistad con ella que se convierte en enamoramiento, en una declaración formal de amor. Este interés despierta celos y rumores que llegan a los oídos del enamorado y que al final pone en duda tanto el amor como la virtud, siempre deseada, de su amada.

La segunda narradora es la viuda misma, a través de sus diarios, que a pesar de que no quiere rehacer su vida amorosa, ha desarrollado sentimientos por Mr. Markham, y ante las acusaciones del susodicho decide contarle su historia además de aclararle que no puede alentar ninguna idea para el futuro.

Creo que es justo ahí donde está el punto interesante de La inquilina de Wildfell Hall, la voz narrativa de una mujer que cuenta su historia, tratando de explicar el por qué de su infelicidad, de su encierro, de su vida actual.

Es muy interesante que más que una historia de amor, La inquilina de Wildfell Hall, es un cuestionamiento por la libertad de la mujer en la sociedad inglesa de esa época, es una historia que nos obliga a preguntarnos qué tanto hemos avanzado en materia de autonomía femenina, qué tanto somos ahora autónomas fuera del matrimonio y si alguna vez seremos tan libres como los hombres a la hora de tomar decisiones.

Este libro fue  una sorpresa para mí, no esperaba tanto de un clásico, no esperaba que el cuestionamiento me pareciera tan actual y tan cercano. La inquilina de Wildfell Hall es un libro que en voz de un mujer durante la narración pide a gritos que se considere la autonomía de la mujer, la posibilidad de rectificar, de rehacer, de ser libres. Tiene un poco el tono de moraleja y lección pero pasando de eso, el libro nos obliga a preguntarnos qué elegimos, por qué y si es que podemos elegir libremente. Muy recomendable.

Aura Espitia Muñoz Cota

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